sábado, 27 de abril de 2013

El amor es el descubrimiento de un infinito en una sola criatura. Octavio Paz

Anoche estaba buscando esta cita, que debo decir que me encanta. Ahora les copio todo el párrafo y también un link para leer el libro. Espero que sea de su agrado.

La imaginación es el deseo en acción. Deseamos las formas que imaginamos pero esas imágenes adoptan la forma que nuestro deseo les ha impuesto. Al final regresamos a nosotros mismos: hemos perseguido, sin tocarla, nuestra sombra.

El erotismo es un disparo de la imaginación y por esto no tiene límites, excepto aquellos que le traza nuestra naturaleza (el poder de fabulación de cada uno y su conformación psíquica tanto o más que su cuerpo). O dicho de otro modo: el erotismo es un infinito al servicio de nuestra finitud. De ahí que sus combinaciones, prácticamente incontables, terminen por parecemos monótonas. Lo son: su diversidad es repetición.

El libertino se propone la abolición del otro y por esto lo convierte en «objeto erótico». Cada cuerpo que toca se transforma en humo y cada una de sus experiencias, al cumplirse, se anula. Su actividad es una peregrinación hacia un punto siempre inminente y que sin cesar se desvanece, reaparece y vuelve a desaparecer.

La imaginación solitaria es circular; el fastidio, y no nada más el desencanto, nos espera al final de cada vuelta. Se puede ser vicioso por debilidad, tontería, falta de imaginación o cualquier otro defecto del ánima o del cuerpo. Libertino sólo se puede ser por ascetismo -según lo revelan L'Histoire d'O y otras guías de iniciación- o por convicción filosófica, como lo demuestra con abundancia el marqués de Sade. En uno y en otros casos el premio no es el placer, el conocimiento o el poder sino la insensibilidad. Un estado de indiferencia, descrito ya por los antiguos estoicos y los filósofos de la India, salvo que el camino del libertinaje es más largo y penoso y sus resultados más inciertos.

El amor, en cambio, no nace de la imaginación sino de la vista. El enamorado no inventa: reconoce. Su imaginación no está en libertad; debe enfrentarse a ese misterio que es la persona amada.  

El amante está condenado a adivinar, aunque sepa de antemano que son ilusorias la pregunta y la respuesta, qué hay detrás de esa frente y qué atrae a esos ojos: ¿en qué piensas, a quién miras? Dichoso o infeliz, satisfecho o desdeñado, el que ama debe contar con el otro; su presencia le impone un límite y lo lleva así a reconocer su finitud. Esta limitación abre otro reino, ese sí de veras ilimitado, a su imaginación. 

El erotismo es una infinita multiplicación de cuerpos finitos; el amor es el descubrimiento de un infinito en una sola criatura.

El camino de la pasión: Ramón López Velarde / Octavio Paz

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